
Recuperar la energía cuando el alma está cansada

Maria Magdalena Peña Romero
Publicado el 27 de mayo de 2025
Hay días en los que abrir los ojos al despertar ya parece demasiado. Días en los que no queremos pensar, decidir, resolver… simplemente no podemos. Y tal vez, si estás leyendo esto, también tú te has sentido así: saturada, agotada, sin energía ni claridad.
No estás sol@ Vivimos en un tiempo en el que las voces del mundo nos llegan por todos lados: cursos, redes, noticias, compromisos, exigencias… tantas cosas que nos alejan del silencio. Y entonces nos preguntamos: ¿para qué tanta información?, ¿qué estoy buscando realmente?, ¿dónde me perdí?
El cansancio mental no siempre se cura con dormir un poco más. Porque no se trata solo de horas de sueño, sino de un descanso profundo, del alma y del cuerpo, que rara vez nos permitimos.
¿Qué es lo que realmente nos agota?
Pensamos que estamos cansadas por trabajar mucho o dormir poco. Pero en realidad, lo que más nos desgasta son las exigencias constantes sobre nuestra mente: resolver, prever, controlar, resistir. Vivimos en modo alerta. Incluso en la noche, nuestra mente sigue “encendida” como una batería que nunca se descarga bien ni se recarga por completo, empezamos cada día sin suficiente energía. Nos falta movimiento, pausa, respiración. Y cuando finalmente dormimos, ese descanso tampoco es reparador.
El estrés crónico, la multitarea, la hiperconexión, las emociones no expresadas… todo eso va bloqueando nuestra energía vital. Y sin darnos cuenta, dejamos de escucharnos, de sentirnos, de habitar el presente.
El arte de descansar conscientemente.
El descanso verdadero no comienza en la almohada. Comienza en la forma en que habitamos el día. Dormir más no siempre es la respuesta. Dormir mejor, sí.
Nuestro cerebro necesita un sueño profundo para limpiar, reorganizar, reparar. Y no lo logra si llevamos el estrés, el teléfono o las preocupaciones a la cama. Crear una rutina nocturna amorosa puede marcar la diferencia: apagar las pantallas, tomar una infusión, leer algo que nos nutra el alma o simplemente respirar en silencio.
También durante el día, necesitamos pausas. Pequeños espacios para volver al cuerpo, al ahora. Una caminata, unos minutos de respiración consciente, un silencio breve para volver al centro. Esto no es un lujo: es una necesidad del alma.
Comer con amor, vivir con presencia.
Lo que comemos también impacta nuestro bienestar mental y emocional. Alimentos con azúcares y procesados nos dan una falsa energía que pronto se desploma. En cambio, una alimentación consciente, rica en nutrientes reales —como los omega 3, las vitaminas del complejo B, las frutas y los granos enteros— puede ayudarnos a sostener nuestra energía de forma amorosa. Pero no es solo qué comemos, sino cómo. Comer rápido, en automático, sin conexión con nuestro cuerpo, también nos agota. El cuerpo necesita calma para digerir, y cuando comemos desde la ansiedad o el agotamiento, terminamos más vacías. Elegir alimentos vivos, comer con gratitud y moderación, escuchar nuestras señales internas… todo eso es también un acto de amor consciente.
Una práctica para volver a ti.
Te invito ahora a una pausa. Suelta lo que tengas en las manos. Si puedes, siéntate con la espalda recta, ajusta tus hombros y cierra suavemente los ojos. Pon una mano sobre tu abdomen. Inhala… Siente cómo el aire entra y expande tu vientre. Exhala… Observa cómo se recoge. Repite este ciclo algunas veces. No hay nada más que hacer. Solo sentirte. Solo estar. Solo respirar. Aquí estás. Estás viva. Estás presente.o
Recuerda: no se trata de hacer más, sino de hacer espacio. No se trata de rendir más, sino de rendirse al momento presente. Descansar no es rendirse: es volver al centro. Y desde ahí, todo florece. Con amor, Un Amor Consciente